Hace más de 35 años, John Lennon se preguntaba si la sociedad moderna y occidental podría vivir sin posesiones, difícil responder esta pregunta, pero me vino a la mente cuando vi Into the Wild, una película que me recomendaron y que hoy hago lo propio.
Into the Wild, de Sean Penn en su faceta de director, trata sobre la vida de Christopher McCandles, un joven norteamericano que tras graduarse de la universidad, deja todo atrás y se adentra en un viaje sin fin. No se trata de un “viajero de mochilazo, que incansablemente vaga por el mundo desafiando al turista convencional y buscando experiencias... bla bla bla... zzzzzzzzzzzzzzz...” NOOOO! ya chole!
Después de graduarse en 1990, McCandles dona sus 24 mil dólares ahorrados, se hace llamar Alexander Supertramp y se adentra en un viaje sin mayor pretensión que la de vivir a costa de lo que la cruda naturaleza de Alaska puede ofrecerle. Con algunos libros de Tolstoi y otros maestros de la literatura universal, este personaje intenta sobrevivir sin ataduras, sin ‘cosas’, sin dinero y sin su familia. Lo que seduce de la aventura de Alexander es su falta de ‘filosofía’ de ‘propósitos’, de ‘justificaciones’, o peor aún de ‘búsquedas’.
Cada personaje con el que Alexander interactúa es una buena oportunidad para conocer más al protagonista y suponer algunas cosas que el director supo dejarle al espectador. Seguro habrá un par de asuntos que criticarle a Penn, pero su maestría para dirigir es evidente, los actores parecen ‘reales’, nos llevan de aquí a allá casi sin darnos cuenta.
La música de Eddie Vedder , que le valió un Globo de Oro, viene muy en sintonía con la temática de la película, lejos del punch de Peal Jam, Vedder se escucha más nostálgico, reflexivo, mesurado... Mejor. En fin, échenle un ojo, seguro no les defraudará...
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