Quienes me conocen saben bien de mi anglofilia, pero nunca imaginé que el deseo, la suerte, el destino, la vida, etc. me llevarían por tercera ocasión a Londres para ser testigo de unos Juegos Olímpicos, eso nunca existió en mi imaginación pero tuve la fortuna de estar ahí.
También quienes me conocen saben que me gusta el futbol y siempre quise ver un partido de la Selección Nacional en el extranjero; si fuera en Londres sería toda una experiencia; en unos Juegos Olímpicos sería un tesoro invaluable; en el pasto sagrado de Wembley, inmejorable; y que México se cuelgue la medalla de oro me llenó de lágrimas.
Hace unos años aquí mismo escribí que nuestro balompié ya merecía la embriaguez de la victoria después de tantas borracheras de derrota, y se cumplió más temprano que tarde.
Llegando a Wembley |
Hubiera sido yo muy torpe si no hubiera llevado mi máscara del Santo. Durante todo el trayecto fui la sensación de ingleses, japoneses, mexicanos y demás asistentes al partido. Quedé en las fotos de cientos de personas que al ver al enmascarado de plata querían la foto.
Wembley es la Mecca para los aficionados al futbol, al menos un día en la vida hay que ir a ver lo que los ingleses llaman el 'beautiful game'.
México ganó 3 -1 a Japón y se coló a la final del torneo olímpico. Todo era alegría, 'cielitos lindos', chelas, gritos, mariachis, vaya una embajada del Ángel de la Independencia en pleno North-West. La consigna siguiente era conseguir un boleto para la final, lo cual era casi imposible en el país más futbolero del mundo.
El Santo!!! |
Nuestro lugar, listos para ver México Vs. Japón |
Llegó el 11 de Agosto y con él la final del torneo olímpico, ¿qué hacer? pues tomar el metro e ir al estadio sin boleto, ¡somos mexicanos!.
Llegamos al estadio una hora antes del silbatazo inicial. Ríos de personas con las caras pintadas, grandes sonrisas, música, playeras de México y Brasil portadas con orgullo, pero sobre todo con esa confortable seguridad que te da el boleto que traes en la bolsa del pantalón. Pero por otro lado estábamos quienes nos entregamos a la fe, con la misma envoltura que los demás, pero con la desesperanza en la misma bolsa del pantalón.
La bendita tecnología nos ayudó a contactar a un hombre dispuesto a vender un par de entradas, pero se encontraba a 30 minutos del Estadio. El tipo accedió a ir para entregarnos los boletos, un cachito de luz se asomaba, lo único que nos quedaba era esperar. Mi pesimismo me impedía disfrutar la espera, pensé que todo podría ser una mala jugada de un partido que teníamos casi perdido.
Mandó un mensaje vía mail: 'Soy cojo y llevo shorts verdes', esas fueron sus indicaciones. Vaya tarea la de buscar al tipo entre 90,000 personas en movimiento.
Como el brillo de la aguja en el pajar, ahí estaban unos shorts verdes, un hombre alto y cojo, así lucía nuestra entrada al estadio. Llegó, nos vió, lo vimos, mi pesimismo apenado se escondió detrás de mi cara de alegría. Como novatos mafiosos nos metimos a un restaurante Subway para intercambiar nuestros preciados boletos por 300 libras esterlinas, la reventa está prohibida. Risas nerviosas, palabras de sobra, amabilidad presurosa, estrechar las manos y correr, más de 1 Km. nos separaba de nuestros asientos.
Mandó un mensaje vía mail: 'Soy cojo y llevo shorts verdes', esas fueron sus indicaciones. Vaya tarea la de buscar al tipo entre 90,000 personas en movimiento.
Como el brillo de la aguja en el pajar, ahí estaban unos shorts verdes, un hombre alto y cojo, así lucía nuestra entrada al estadio. Llegó, nos vió, lo vimos, mi pesimismo apenado se escondió detrás de mi cara de alegría. Como novatos mafiosos nos metimos a un restaurante Subway para intercambiar nuestros preciados boletos por 300 libras esterlinas, la reventa está prohibida. Risas nerviosas, palabras de sobra, amabilidad presurosa, estrechar las manos y correr, más de 1 Km. nos separaba de nuestros asientos.
Pasamos el primer filtro del estadio cuando se escuchó el rugido que secunda el silbatazo inicial del árbitro, la final había comenzado. Seguimos corriendo sobre el pasillo hasta encontrar el túnel 543, ¡ahí es!. Quién ha asistido a cualquier estadio conoce esa extraña sensación de estar en un túnel y entrar a un enorme espacio con 90,000 personas, se siente una vibra muy especial y como si alguien hubiera escrito un guión para una película, justo cuando entramos otro rugido que traigo tatuado en la piel reventó en el estadio: ¡¡¡GOOOOOOOOOOOOL!!!, por un momento pensé "vale madres ya nos clavaron uno" me asomo y la primera imagen que vi fue a un portero festejando el gol, con el número 1 en la espalda y su nombre Jesús Corona, era el arquero de la Selección Nacional, !!!GOOOOOOOOOOOOOOOOL DE MÉEEEEEEEXICOOOOOOOOOO!!! Continuamos el camino a nuestros lugares, asiento 111 y 112.
A veces todo se configura para que llegues a la mesa justo antes de que sirvan el mejor banquete de tu vida.
A veces todo se configura para que llegues a la mesa justo antes de que sirvan el mejor banquete de tu vida.