Mi hermano Alberto me había comentado de un espectacular bosque a unos cuántos kilómetros de San Pancho en donde se pueden apreciar estos enormes árboles llamados Secuoyas, los más altos y longevos del mundo, llegan a medir más de 100 metros de alto, el lugar se llama Muir Woods.
Desde que llegamos se siente ese ambiente de bosque: frío, airoso, húmedo, sonidos de animales varios y un intenso color verde. Mientras el guía explicaba no sé qué cosas (que después comprendí) yo alistaba mi cámara, la chamarra, la mochila, la guía y demás madres que uno carga. Como de costumbre me separé del grupo e inicié mi recorrido; anonadado, una foto aqui, otra acá, tocar los árboles, escuchar el sonido envolvente del bosque, me senté un rato a disfrutar del paisaje, una botella de agua, caminar y caminar y caminar...
Cuando miré el reloj faltaban unos 10 minutos para que el autobús partiera, me detuve y medité: “he caminado bastante ¿qué será mejor?, regresar por donde venía o seguir adelante, al fin y al cabo es un circuito... mmm me la juego, ‘pa adelante...” Mierda!, cuando faltaban como 3 minutos me empecé a preocupar, corrí durante más de media hora, totalmente solo, no había un solo ser humano en mi camino, que cada vez era más sinuoso y resbaladizo (daría lo que fuera por ver mi cara en aquellos momentos de atletismo involuntario). Aquel mágico bosque se empezó a tornar oscuro, nublado y cada vez más cerrado, “chale, todo por andar tomando fotos!”. Cuando por fin llegué al inicio del recorrido ya estaban cerrando el bosque, entre jadeos y con las patitas temblando salí y me dirigí al punto en donde estaban los autobuses y no había uno sólo, fui a la tiendita de souvenirs a preguntar qué pex? Me dijeron que el último autobús ya se había ido y que hasta ahí no llegaban los taxis, tenía que caminar algunos kilómetros hasta un restaurante enclavado en el bosque para tomar un camión que me llevaría a Sausalito, siguiente parada del paseo.
‘Me lleva la %#$%$$#@$!’ me repetía una y otra vez, así que no tenía alternativa, me disponía a emprender mi caminada cuando una chava me dijo “yo te llevo a Sausalito”, la cara se me iluminó, me regresó el color y le agradecí enormemente el gesto.
En el camino me platicó que era súper fan de los 49’ers y de Depeche Mode, justo íbamos sobre la famosa carretera 101 que cruza California de norte a sur y le dá nombre a ese legendario álbum de Depeche Mode grabado en el Rose Bowl de Pasadena. Al llegar me platicó que ahí vivían o tenían casa los ricos de California, el estado más rico, del país más rico del mundo ¿será? -pensé-, y de pronto “¡ese es mi autobus!” ahí estaba estacionadote el jijo de la !#$@%;$#@!.
Al despedirme y agradecer el ride me dijo que así era la gente de San Francisco, amable y hospitalaria, seguro que sí y me consta.
Ya no alcancé a tomar el bote que me llevaría de paseo por la bahía para terminar en San Pancho (como originalmente era el plan) pero el chofer del autobús me llevó de regreso.
