
Andaba en mixup (qué raro) checando algunos discos, cuando un chamaco de unos 12 años que estaba junto a mi, encontró algún disco que seguro deseaba mucho, porque su expresión fue de: “¡Wooooooow la edición especial!”, fue rápido por su mamá y se lo mostró, pensando ilusamente que quizá, quizá en una de esas se lo compraban, la mamá con un ánimo similar al del fallecido Fidel Velásquez miro el disco y preguntó con un desgano casi ofensivo: “¿cuánto cuesta, qué es B46?”, (tsssssss una lana, pensé, ya me manejo bien los códigos de mixup) “$381 pesos!, tu estás loco-operado del cerebro! ¿con qué dinero vas a pagar eso? y ya vamonos porque tu papá se tiene que ir a trabajar!”. Trinche vieja jija de la !@!%$#%^$&*!!!!!, una cosa es no tener lana y tener un mal día y bla bla bla... y otra pisotear la ilusión de un niño.
Yo, créanme, sé lo que es desear un disco me cae, desde muy niño me gusta la música y he deseado muchos discos en mi vida, pero he tenido la fortuna de poder tenerlos más temprano que tarde, desde aquel disco de 45 rpm de Barry Manillow que me compró mi mamá cuando tenía 4 años.
El chamaco con un sentimiento terrible se fue cabizbajo siguiendo a la bruja de su madre y diciendo, “¿porqué son así?”. ¡Chale!, me daban ganas de comprarle el disco al escuincle!, una vez que se fue, tomé el disco, era de un grupo llamado Jonas Brothers, ni idea de quienes son o qué música tocan, pero lo que sí es un hecho, es que aquel disco hubiera hecho muy feliz a ese niño, (suena cursi, pero es la neta).